Las casas de Pablo Neruda son simplemente bellas. Constituyen un circuito cultural y paseos imperdibles para chilenos y turistas de todo el mundo. Nada ostentosas, pero repletas de rincones y exquisita, valiosa y significativa decoración.
Estampilla de Pablo Neruda
La Sebastiana y la casa en Isla Negra están enclavadas en escenarios privilegiados, frente al mar. Pero en Santiago, la casa museo La Chascona tiene el encanto de estar ubicada en pleno Barrio Bellavista, entorno bohemio y en una pronunciada pendiente del cerro San Cristóbal, por el que otrora corría una acequia.
Esta casa huele a historia desde los cimientos. El poeta la mandó a construir en 1953 para su amor secreto, Matilde Urrutia y la llamó “La Chascona”, aludiendo a la abundante cabellera rojiza de su amante. Este es uno de los primeros datos que entrega el eficiente sistema de audio guía que entregan a la entrada,incluido en la tarifa de admisión (disponible en inglés, francés, portugués, alemán, italiano y español).
En una pequeña salita, junto al patio principal, vale la pena detenerse unos minutos para ver un breve documental que anticipa un poco lo que se verá durante el paseo. El relato y la extensión son apropiados para los más pequeños, quienes exigen rápidamente comenzar el tour.
En el interior nos deleitaremos con valiosos objetos, como su cama, escritorio, sofá, el bar de invierno o en el de verano; su extensa y angosta mesa de comedor, donde cabían muchos amigos y quedaban muy cerca unos de otros, según explica el audio guía. También hay muchos guardias que están atentos para custodiar obras de arte, totalmente originales, que le regalaron famosos artistas. Uno llama la atención de la audiencia: la pintura es el rostro de Matilde de frente y de perfil. La cabellera esconde en secreto la silueta de Pablo Neruda, obra nada menos que del afamado muralista mexicano Diego Rivera.
Grandes y chicos disfrutan el recorrido. Se trata de un panorama que los pequeños gozan muchísimo, por la historia que cuenta y por los secretos que va desentrañando su estructura. Como, por ejemplo, la de las rejas del patio principal, que ocultan la “M” de Matilde y la “P” de Pablo, las que al mismo tiempo representan las montañas, la luna y el mar. Los adornos increíbles, como unos zapatos gigantes que se encuentran en el bar de verano, sorprende a todos. Tanto como la medalla o Premio Nobel que el poeta chileno ganó en 1971.
La nostalgia aflora al saber que en esta casa velaron al poeta, en 1973. A pesar de que durante esos años La Chascona fue vandalizada: la acequia fue obstruida e inundó la casa del Barrio Bellavista, sin embargo, Matilde la reparó y resolvió vivir ahí, hasta su muerte, en 1985.
La Chascona está construida de tal forma, que resulta ser un recorrido muy lúdico. El paseo puede tardar un par de horas, tiempo que vuela en medio de tantos detalles.
Al final del paseo, se encuentra una tienda donde es posible adquirir recuerdos de la visita. Puede ser una buena alternativa para coronar el panorama. La otra opción, es salir y pasear por el barrio que inspiró a Neruda. Tal vez por aquí, en Bellavista, aflore el poeta que llevas dentro.